La autonomía
En la mayoría de los hogares, antes o después, se escuchan frases como las siguientes: “si tus amigos se tiran a un pozo, ¿tú también?”, “no vas porque yo lo digo y punto”, “déjame en paz”, “ya no soy un niño”, “¡qué pesados!”…
Cuando llegamos a la adolescencia nos damos cuenta de que de alguna forma queremos ser mayores porque ya no somos niños, aunque nuestros padres siguen tratándonos como si lo fuésemos. Queremos dejar claros nuestros ideales y que somos capaces de tomar decisiones por nosotros mismos.
Desgraciadamente no existe una hoja de instrucciones en la que se explique a qué años podemos hacer determinadas cosas.
Tenemos que tener muy claro que la autonomía está relacionada con la libertad, con la responsabilidad y con entender que nuestros actos tienen consecuencias. Esto quiere decir que, si queremos disfrutar de mayor libertad y autonomía, debemos también asumir una serie de responsabilidades.
“Yo controlo”
En el momento en el que tenemos mayor autonomía y libertad y que nuestra personalidad está completamente formada, debemos tener en consideración el autocontrol.
A grandes rasgos, autocontrol significa tener el control. Entonces, el autocontrol emocional quiere decir que tenemos el control de nuestras emociones, y no dejamos que sean ellas las que nos dominen, como sucede muchas veces. Esto implica también respetar a las demás personas, pensar en cómo se sentirán si reaccionamos de determinada forma.
La autonomía significa tener la capacidad y la libertad para tomar decisiones y hacer cosas por ti mismo de manera responsable.
La libertad es poder hacer cosas que te hacen feliz y sentir bien, siempre y cuando no lastimes a otros ni rompas reglas importantes.
Las responsabilidades son las tareas y acciones que debes hacer para cuidar de ti mismo, de otros y del mundo que te rodea.