No me acepto
Todos tenemos un talento, una virtud o una habilidad que nos hace especiales. Al ser algo innato en nosotros, la mayoría de las veces no le damos la importancia que se merece, o quizá aún no lo hemos descubierto. Es muy fácil ver los talentos de los demás, compararse y, en ocasiones, no valorarse lo suficiente.
Muchas veces, relacionamos un talento solo con habilidades, como tocar un instrumento o pintar muy bien, pero nuestra personalidad también tiene talentos. Debemos gozar de lo que somos, disfrutar haciendo las cosas cotidianas, ser conscientes de lo que tenemos, vivir el presente y compartir. Esto también son fortalezas, porque estos sentimientos de gratitud nos ayudan a forjar nuestra autoestima.
Aceptarse tal y como uno es no siempre es una tarea fácil; requiere que nos cuidemos a nosotros mismos y dedicar a ello tiempo y esfuerzo. ¿Qué aspectos influyen en cómo te aceptas a ti mismo?
La autoestima
Juega un papel muy importante en nuestra propia aceptación. Las personas con alta autoestima suelen aceptarse tal y como son. La baja autoestima hace que dudemos más, y esas dudas las trasladamos hacia nuestra propia persona, sintiéndonos inseguros con nosotros mismos y rechazando nuestra propia imagen.
La autoexigencia
Si somos tan autoexigentes con nosotros mismos que nada nos parece perfecto, nos alejaremos de nuestra propia persona. Miramos con lupa cada defecto y cada error, nos culpamos por ellos y estos sentimientos nublan nuestra valía. Es importante que sepamos valorar nuestras virtudes. A veces, los defectos que nos vemos, y que en ocasiones no existen, ocultan todo lo bueno que tenemos. La autoexigencia debe ayudarnos a cambiar aspectos que no nos gustan y a hacernos reflexionar sobre todo lo bueno que tenemos.
Autocompasión
Es la forma en la que mostramos bondad hacia nosotros, siendo críticos, pero sin juzgarnos continuamente y aceptando nuestros errores. La autocompasión nos permite ser conscientes de nuestros errores, saber que nos equivocamos y enfocar bien el problema para relativizarlo.
Pensar en la magnitud de un problema para darle la importancia que realmente tiene y ver las soluciones posibles.