Cuando hablamos de diversidad hablamos de la pluralidad que existe en un grupo de personas. Cuanta más diversidad hay en una sociedad, mayor es el número de personas de diferentes procedencias, culturas, etnias, orientaciones sexuales, con diferentes lenguas, con capacidades diversas, con tradiciones diversas…. Veamos algunos ejemplos de diversidad.
Diversidad cultural
Si miramos a nuestro alrededor (en nuestro edificio, en nuestra calle, en nuestro barrio, en la escuela…) nos damos cuenta de que hay personas que se visten de forma diferente, se mueven de distinta manera, hablan en otros idiomas o comen otros alimentos. Algunos de ellos proceden de muy lejos.
La variedad cultural puede abarcar múltiples aspectos: desde un idioma, unas tradiciones y costumbres propias, unas creencias diferentes a las nuestras, y unas actitudes y maneras alternativas de entender la vida. Supone una riqueza de la que podemos aprender mucho. El primer paso será comprender y respetar a los que se comportan de una manera diferente a nosotros.

Debemos tener cuidado, ya que esto no significa que todas las costumbres sean aceptadas. Debemos decir NO a todas aquellas que atentan contra la dignidad humana y van en contra de los derechos humanos que tenemos todos.
Por ejemplo, en zonas de la India y Pakistán, existe la costumbre de que las familias acuerden matrimonios sin contar con el consentimiento de sus hijas. Las casan antes de llegar a los 18 años y, a veces, con hombres que les triplican la edad. Esto no puede explicarse diciendo que constituye una forma de vida habitual en otras culturas. Las costumbres, al igual que las leyes, deben ayudar a proteger y a mejorar la vida humana. Nunca deben perjudicar ni oprimir.
Diversidad sexual
Por ejemplo, una muestra de diversidad son las personas que forman parte del colectivo LGBTIQ+. Las personas que forman parte de este colectivo demuestran que hay formas muy diversas de vivir el amor y la sexualidad y que todas ellas son válidas.

Hoy en día existen muchos estereotipos sobre las personas LGBTIQ+. ¡Pero las personas LGBTIQ+ son muy diversas! Cómo te expreses ante el mundo, de una manera más femenina o masculina, no determina tu orientación sexual. También existen ciertos prejuicios sobre las personas del colectivo que son el resultado de no entender la diversidad y, sobre todo, de no ser capaz de ponerse en los zapatos de la otra persona. Cuando no entendemos las diferencias solemos tener ideas erróneas que nos llevan a juzgar a las personas de antemano.
Asumir nuestra propia identidad
La adolescencia es un momento especialmente duro para asumir que se es diferente a la norma y se amplifica el miedo al rechazo del grupo, tan importante en esta época.
Decimos que alguien “sale del armario” cuando manifiesta abiertamente su identidad sexual y de género. ¡Pero ojo! Esto es un proceso personal: cada persona decide si quiere hablar de su identidad sexual y de género o si no quiere hacerlo, así como con quién quiere hacerlo y cuándo. Seamos tolerantes y no demos por hecho cómo cada persona vive su sexualidad y su género.
LGBTI-fobia
El rechazo, el odio y las actitudes de desprecio hacia personas lesbianas, gais, bisexuales y transexuales es lo que llamamos LGBTI-fobia. Ante todo, la LGTBI-fobia rechaza la diversidad.
Conjunto de usos, valores, creencias y costumbres antiguos, propios de un pueblo, transmitidos de generación en generación.
Además de la diversidad cultural y de la sexual, también existen otros tipos de diversidades:
- Funcional: que hace referencia a las discapacidades.
- Lingüística: distintas lenguas.
- Religiosa: distintos tipos de religiones.
Todas estas diversidades nos demuestran que vivimos en una sociedad plural y diversa, en la que debemos saber respetarnos entre todos y convivir en armonía.