El autocontrol es la capacidad que permite a la persona regular sus propias emociones, habilidades, comportamientos, pensamientos y deseos de forma adaptativa.

Auto, que proviene del griego, significa “por sí mismo”. Control, que deriva del francés significaría “dominio o mando”. Así pues, el autocontrol sería el mando sobre uno mismo, el dominio que puede ejercer por sí sola una persona. Para ejercer autocontrol, se tienen que dar varias condiciones:

En la puesta en marcha del autocontrol, habrá que tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos. Es decir, se tendrá que valorar si las alternativas disponibles con sus respectivos desenlaces, pueden generar un conflicto conmigo mismo o con los demás.

Así pues, tendremos que analizar si conocemos bien las consecuencias de las diferentes alternativas, si es conocido o desconocido aquello a lo que nos enfrentamos…

Veamos un ejemplo. Si tenemos que ordenar un armario de nuestra casa, que lleva mucho tiempo desordenado, y que estamos evitando hacer una y otra vez, seguramente nuestro cerebro generará múltiples alternativas más agradables a ordenar el armario. En ese momento, las alternativas de ver una película o tumbarnos a escuchar música cobran cada vez más fuerza, hasta el punto de convencernos de que ordenaré el armario en otro momento.

En ese caso, lo que no he analizado es la reacción de las personas con las que convivo cuando venga por la tarde y se lo encuentre desordenado, el castigo al que me expongo, o la sensación de malestar que experimentaré cuando mañana por la mañana me levante y, entre tanto desorden, no encuentre mi camiseta favorita.

Claves prácticas para fomentar el autocontrol y la tolerancia a la frustración en los hijos e hijas. CEAPA.